Entre huaycos y sequías: las advertencias climáticas que no debemos volver a ignorar

By on febrero 15, 2017
Foto: peru21.com

Las lluvias han dejado a más de 10 mil damnificados y 147 mil afectados en Piura según cifras del COER (Centro de Operaciones de Emergencia Regional). Según diversos especialistas, las señales que la naturaleza venía enviando podían haber alertado sobre esta situación. Lo grave del asunto está por venir, a decir de las advertencias climáticas. En el siguiente reporte, preparado por la agencia de comunicaciones ambiental Libélula, se avizora un futuro preocupante si es que, como hasta hoy, seguimos inactivos frente al problema.

Escribe: María Elena Gutiérrez, gerente de investigación de Libélula

¿Si en Lima no hay agua, por qué las casas están llenas de agua? Fue la pregunta que me hizo mi hijo Santiago de 3 años en estos días, al ver algunas imágenes dramáticas de casas y calles inundadas. Hace 2 meses, cuando anunciaron estado de emergencia por sequía en 17 regiones, él aprendió que Lima, al igual que otras ciudades costeras, está situada en un ecosistema semi-desértico que tiene poca lluvia, y que, por tanto, debemos cuidar el agua.

Estamos perdiendo nuestra reserva de agua dulce. En los últimos 40 años, ya se habría derretido el 43% de la superficie de los glaciares peruanos, según el ANA, y su retroceso es aún más acelerado. El 2016, fue un año seco, en el que no se pudo almacenar suficiente lluvia en los reservorios naturales (acuíferos, cochas, puquios o manantiales, etc.) o artificiales (represas). Y la vertiente del Pacífico, donde habita cerca del 66% de los peruanos, tendría menos del 2% de la disponibilidad hídrica del Perú.

Sin embargo, Santiago tuvo ahora que aprender que los “huaycos” son deslizamientos de roca y lodo producto de grandes cantidades de lluvia y que nos causan graves daños. Si en lugar de tierra árida, la lluvia cayera sobre vegetación, ésta actuaría como esponja de agua y la distribuiría en el subsuelo. Y si se descolmataran  los cauces y se impidiera el establecimiento de viviendas en su camino, se reduciría altamente el impacto social y económico.

La frecuencia e intensidad de las lluvias se ha alterado. Por ejemplo, en algunas zonas los períodos secos se prolongaron, mientras que las épocas de lluvia se acortaron pero con mayor volumen. En diciembre se esperaban lluvias, pero en su lugar las sequías predominaron, y en menos de 2 meses pasamos a lluvias intensas.

Ya sabíamos que, de acuerdo a los escenarios de cambio climático elaborados para el Perú, al 2030 la precipitación aumentaría en 20% en la costa y sierra norte, parte de la sierra central y de la selva sur; mientras que disminuiría en 20% en la selva norte y parte de la sierra central y sur, según consta en las Comunicaciones Nacionales de Cambio Climático coordinadas por el Ministerio del Ambiente (Minam).

Por lo tanto, a largo plazo, habría un incremento significativo de la escorrentía potencial de los ríos de la costa, y una reducción en la sierra y en la selva. Y los ecosistemas seguirán reaccionando ante el aumento alarmante de la temperatura global.

Sin embargo, hay buenas señales. Hace unos días, el presidente Pedro Pablo Kuczynski  creó el Centro de Emergencias Nacionales así como el Grupo Técnico Multisectorial para implementar acciones de adaptación y mitigación frente al cambio climático, que además de cumplir con nuestro compromiso internacional en reducción de emisiones, nos permitirá reducir la vulnerabilidad climática y aplicar acciones de adaptación. Pero la tarea no solo es del sector público, es de alcaldes, inversionistas, empresas y ciudadanos.

Aunque algunos debaten si es el fenómeno El Niño, si es Cambio Climático, o si es un evento inusitado, es innegable que el patrón de las precipitaciones ha variado y que se están exacerbando los eventos climáticos extremos, como lo advirtiera hace décadas el Panel intergubernamental de Cambio Climático.

Sabemos que las cuencas buscan sus cauces para llevar el exceso de lluvias en febrero, que los vectores de enfermedades migran a las urbes en verano, que la roya afecta el café entre mayo a setiembre, o que el friaje y las heladas golpean entre mayo y julio al sur, pero ahora la intensidad será cada vez mayor. Depende de nosotros que nos organicemos para reducir el impacto.

Santiago, las poblaciones rurales, asentamientos humanos, y los más vulnerables serán los primeros en afrontar los impactos, y quienes nos reclamarán luego por haber ignorado la advertencia.