Esta tarde será el sepelio de Ricky Tosso

By on septiembre 12, 2016
Foto: El Comercio/Nancy Chappell

A las 2 de esta tarde será sepultado Ricky Tosso en el cementerio de Lurín. Sus restos aún son velados en el salón Paracas del Museo de la Nación, donde cientos de personas han llegado -desde el domingo en la tarde- a despedir al carismático y polifácetico actor.

Escribe: Rolando Chumpitazi

Para quienes frisan los 40, el nombre de Ricky Tosso está indudablemente asociado a “Los Detectilocos”, aquella sitcom nacional que contaba las peripecias de una agencia de detectives que a pesar de errores y gazapos, terminaban triunfando. Además de Ricky, completaban el elenco Ricardo Fernández y Jenny Negri.

Hijo del recordado “Mipayachi” -Ricardo Tosso-, Ricky decidió abandonar la carrera de arquitectura por su gran pasión: la actuación. Fue a Argentina a studiar y perfeccionarse. Para todos, era un gran cómico. Pero tras esa máscara popular, se escondia un verdadero talento dramático que luchaba por salir de la casilla cómica donde había recalado.

Como le sucedió a Guillermo Francella en Argentina, quien tras varios años haciendo reir a centenas con sus programas cómicos, sorprendió a propios y extraños con papeles dramáticos en “El secreto de tus ojos” y “El Clan”, Tosso se esforzó en demostrar que era más que la imitación de Juan Gabriel cantando “Bésame” o “Querida”, o que el muchachito despeinado que hacía “pop” con el dedo saliendo de su cachete.

“Muero por Muriel” en el cine, y últimamente “Mis tres Marías”, le permitieron a Ricky exhibir su talento histriónico y dramático, alejado de la risa fácil o el gag pegajoso que invitaba a reir desenfrenadamente.

Siempre me cayó bien. No me perdía ningún capítulo de “Los Detectilocos”. Terminaba mis tareas rápidamente para sentarme frente al televisor y matarme de la risa. Años más tarde, ya siendo universitario, acomodaba mis horarios para regresar a la casa corriendo a ver “El Club de Ricky” en Canal 11 junto a mi hermano.

Luego, en “Risas y Salsa”, Ricky demostró compenetrarse muy bien con ese humor popular, el de la calle, el del ingenio criollo, el esquinero, el pícaro, cuyo máximo exponente es Miguelito Barraza y con quien compartió celebradas ocurrencias.

Pero fue con “Teatro desde el Teatro” donde Ricky Tosso adicionó otra faceta: la de productor teatral. Eran tiempos de poca asistencia a los teatros, de boleterías languidecentes. Ante esa realidad -que ya había experimentado al poner obras en teatros y cafés-, Ricky rescató el formato del gran Pepe Vilar -“Teatro como en el teatro”- y con obras fáciles, digeribles, se propuso llevar al teatro a la el, y por ende, a las casas.

Ahí actuaba, producía, escribía. Y cobraba y pagaba. Un amigo acaba de recordarlo en el Facebook sentado en su oficina del canal, un viernes por la mañana, esperando el cheque para pagar a los actores y trabajadores del programa. “Yo vengo temprano porque si llego sin cheque, nadie trabaja”, decía, preocupado por que sus amigos actores sean respetados y trabajen tranquilos.

Con sus santos y sus demonios -personales y públicos- que todos tenemos en la vida, Ricky Tosso se ganó el afecto y admiración de muchos. Como todo en la vida, habrán quienes lo rechazaban. La muerte no debería idealizar a las personas, dijo alguien alguna vez. Es cierto. Pero sí redime a quienes se van. Y en el balance final, pesan más las grandes acciones.

Adiós Ricky, gracias por tanto.