La historia de una expedición perdida y un pasaje que nadie iba a usar (Parte 2)

By on septiembre 17, 2016

Al dolor de la familia Dávila por la pérdida de Aleida, la tercera de cuatro hijos, se sumó la repentina partida de doña Rosalía, la cabeza de familia, seis meses después de la tragedia de Ayabaca. Los Dávila -al igual que los demás deudos- pugnaron por conocer lo que realmente sucedió durante la fallida expedición. De esos detalles -unos conocidos, otros por revelarse hoy- trata esta segunda parte del especial “Muerte en el Cerro Negro”. Preguntas que, pese a los arreglos extrajudiciales entre la minera Río Blanco y los familiares, siguen flotando en el ambiente. ¿Porqué, si ya se sabía que la expedición había fracasado el 7 de julio de 2015, la empresa le compró un pasaje a Orlando Pastrana para que regrese a Lima cinco días después? Interrogantes que como la niebla que rodea las alturas de Ayabaca, sigue envolviendo con un halo de misterio la verdad de lo ocurrido.

Ralph Zapata y elpiurano.pe

La historia de la expedición perdida de la minera Río Blanco Cooper comenzó el 4 de julio del 2015, cuando la joven periodista Aleida Dávila y otras seis personas contratadas por la minera partieron desde Huancabamba rumbo al cerro Henry Hills, donde se ubica el antiguo campamento de la compañía. En el trayecto se les unieron cinco lugareños, que cargaron las mochilas de los expedicionarios. La misión del equipo era hacer un levantamiento topográfico en las concesiones de la empresa y verificar el estado actual del campamento.

Acompañaban a Dávila, Orlando Pastrana Quesada –jefe de la expedición–, el bachiller en Geología Manuel Herrera Peña, el cocinero Segundo Tacure Saavedra, el obrero Wilson Delgado Tantalian, la enfermera Gladys Junchaya Palomino y el contratista Edilberto Sandoval Risco. Sin embargo, estos dos últimos se regresaron en el camino hacia el campamento. Fuertes dolores de cabeza y fiebre obligaron a la enfermera a retornar a Huancabamba.

A Aleida le preguntaron si deseaba regresar, pero ella negó con  la cabeza. Los cinco continuaron el viaje

A Aleida le preguntaron si deseaba regresar, pero ella negó con  la cabeza. Los cinco continuaron el viaje. En el trayecto se les unió Aníbal Herrera, quien fungía de guía y tiene una casa cerca del campamento. Al día siguiente llegaron cuatro personas más con víveres. La misión debía demorar solo cuatro días, desde el 4 hasta el 8 de julio. Así lo estipulaba el plan de exploración que le envió, en un correo electrónico, Oswaldo Rodríguez Velásquez, jefe de adquisiciones logísticas de Río Blanco, a Mireya Castañeda, apoderada de la compañía minera.

¿Porqué se compró un pasaje demás?

Y así estaba programado también en el pasaje que la minera le compró a Pastrana el 1 de julio. El jefe de la expedición salió de Lima, rumbo a Piura, el 2 de julio y debía retornar el 8 de julio a las 8 pm. Sin embargo, ese mismo 8 de julio, Río Blanco –a través de la agencia Bonna Tours SAC– le volvió a comprar otro pasaje a Pastrana, para que retorne de Piura hacia Lima el 12 de julio. ¿Por qué lo hizo, si sabía que el trabajo solo duraba cuatro días? Nadie lo sabe. Pastrana ya no está y la minera optó por el silencio.

Boleto de viaje que Rio Blanco le compró a Pastrana. Nótese las fechas de viaje: 2 de julio (ida) y 8 de julio (retorno).

Boleto de viaje que Rio Blanco le compró a Pastrana. Nótese las fechas de viaje: 2 de julio (ida) y 8 de julio (retorno).

Sin embargo, cuando ya estaba desaparecida la expedición, un día después, el 8 de julio, Rio Blanco le compra un nuevo pasaje a Pastrana para que viaje a Lima el 12 de julio. ¿Tiene lógica?

Sin embargo, cuando ya estaba desaparecida la expedición, un día después, el 8 de julio, Rio Blanco le compra un nuevo pasaje a Pastrana para que viaje a Lima el 12 de julio. ¿Tiene lógica?

Según el cronograma de la minera, el martes 7 de julio la expedición debía volver a Huancabamba. Pero desde hacía dos días algo marchaba mal. El teléfono satelital había dejado de funcionar desde el domingo, y el jefe Pastrana lo regresó a Huancabamba con un empleado, para que lo carguen. Enterada del problema, la minera adquirió un nuevo equipo en Lima, que llegó a Huancabamba recién el 7 de julio. Ese mismo día se lo enviaron a Pastrana con un grupo de lugareños, que además llevaba un mensaje para el jefe. La minera mandaba decirle que era momento de retornar.

Ese mismo 8 de julio, Río Blanco –a través de la agencia Bonna Tours SAC– le volvió a comprar otro pasaje a Pastrana, para que retorne de Piura hacia Lima el 12 de julio. ¿Por qué lo hizo?

El miércoles 8 de julio los mensajeros llegaron al campamento, pero no hallaron a Pastrana ni al resto del equipo. Enseguida informaron a la empresa y esta les ordenó volver a Huancabamba. El viernes 10 de julio la minera envió nuevos mensajeros que, luego de caminar dos días, tampoco encontraron a la expedición. Eso sí,: notaron que las huellas apuntaban a que el grupo se dirigía hacia Ayabaca. Ese 12 de julio los mensajeros le comunicaron la noticia a Río Blanco. Incomunicados, y lejos de la zona de trabajo, la expedición ya estaba perdida.

Mientras tanto, en Piura, Río Blanco activó su plan de emergencia recién el lunes 13 de julio, luego de enterarse que seis miembros de la expedición estaban retenidos por una ronda campesina de Ayabaca. Ese mismo día contrataron a la empresa Northcott Global Solutions (NGS), especializada en rescate de personas extraviadas, pero sus esfuerzos fueron en vano. La ronda de Carmen de la Frontera, en Huancabamba, les bloqueó el pase hacia el campamento. Dos días después denunciaron el hecho ante la División de Investigación Criminal (Divincri) de Piura.

Solo uno sobrevive

El 19 de julio el comisario de Ayabaca, comandante PNP Miguel Orozco, convenció a los ronderos de Ayabaca para que ayudaran con la búsqueda de los cuatro trabajadores de Río Blanco. Al día siguiente partieron temprano desde el centro poblado de Cabuyal, y a las 11 am hallaron en una casita, escondida en medio del bosque, a Manuel Herrera. El hombre había caminado cuatro días desde una laguna del Cerro Negro, donde dejó sin fuerzas a Aleida Dávila. El jefe Pastrana y el cocinero Tacure habían muerto días antes.

Manuel Herrera, de polo celeste y azul, rodeado por los rescatistas el día que lo hallaron en Cabuyal. (Foto: Ralph Zapata)

Manuel Herrera, de polo celeste y azul, rodeado por los rescatistas el día que lo hallaron en Cabuyal. (Foto: Ralph Zapata)

“Anda tú y busca ayuda. En mi mochila hay plata y lleva celulares, para que en el camino trates de comunicarte”, le dijo Aleida antes de despedirse. Herrera le dejó agua y medicinas para que sobreviva hasta que él vuelva con ayuda. A las 3 pm del 20 de julio un helicóptero recogió a Herrera y lo llevó hasta una clínica de Piura, donde fue atendido. Ese día, los ronderos que encontraron a Herrera le pidieron a la Policía autorización para ir en busca de Aleida Dávila. Pero las autoridades se negaron. Dijeron que ellos, junto a montañistas de Áncash y tropas del Ejército, cumplirían ese objetivo. Los ronderos se hicieron a un lado.

Magdiel Carrión, ex dirigente de la ronda de Yanta, me dijo después que si ellos hubieran entrado ese 20 de julio por la tarde al Cerro Negro hubieran hallado con vida a la joven cajamarquina. “Nosotros conocemos esa montaña, y sabíamos cómo entrar y salir de allí”, dijo en aquella oportunidad. “Se perdió mucho tiempo en coordinaciones entre la Policía y la minera”. Ese 20 de julio el cielo estaba tan despejado y luminoso que parecía una invitación de los apus. Los siguientes días amanecieron nublados, con lluvia e intensos vientos que impidieron el rescate de los tres trabajadores de la minera.

“Nosotros conocemos esa montaña, y sabíamos cómo entrar y salir de allí. Se perdió mucho tiempo en coordinaciones entre la Policía y la minera”.

Nadie entendía por qué el cielo permanecía cerrado e impedía el ingreso de rescatistas por aire. Mientras que, por tierra, las patrullas mixtas (policías y montañistas) se desorientaban, se topaban con rocas gigantes o se hundían en el fango. Algunos comuneros de la zona, avalados en sus creencias ancestrales, decían que el Cerro Negro se había enamorado de Aleida. Que no la dejaría escapar, ni haciendo pagos a la tierra. Esa montaña de Ayabaca fue la tumba de la periodista, Tacure y el jefe Pastrana.

Tan cerca, tan lejos

Nosotros estuvimos a solo seis minutos de donde estaba mi hermana –cuenta ‘Rambo’ con los ojos vidriosos, recordando el dramático rescate–. Pero la neblina y el viento no dejaban ‘sentar’ al helicóptero. En el aire, un oficial me dijo: “Mira, acá está tu hermana, a solo seis minutos”. Quise descolgarme, pero no sabía a qué altura estábamos. Hasta que el aire empezó a remecer la cola (del helicóptero). “Retirada, dijeron”.

“Rambo” debió contener su impotencia respirando profundo, como había aprendido en el ejército. El rescate de los cuerpos de su hermana y del cocinero Tacure se hizo efectivo el 8 de agosto, diecinueve días después de que Herrera apareciera con vida. Mientras que el cuerpo del jefe Pastrana fue trasladado a Piura el 11 de agosto. Las necropsias revelaron que los tres murieron por hipotermia, debido al intenso frío del lugar. Pero la esposa de Pastrana culpó a la minera del fallecimiento de su esposo. Ante el fiscal, dijo que tenía correos electrónicos que probaban que la minera le pidió a su cónyuge trabajar durante siete días. Siete y no cuatro.

 

Mañana: “Homicidio culposo: la tesis inicial del fiscal Néstor Sosa que involucraba a dos funcionarios de Río Blanco. Ausy Isasi, la viuda de Pastrana, entra en escena”.